En el artículo de hoy vamos a hablar en defensa de las carreteras nacionales.
Las carreteras son a un país lo que las arterias son a un cuerpo por eso y porque son tan necesarias es importante la defensa de las carreteras nacionales.
La red de carreteras nacionales consta actualmente de 165.686 kilómetros, de los cuales 26.393 km están administrados por el Ministerio de Fomento y recogen el 52,1% del tráfico total y el 64,6% del tráfico pesado.
Por las carreteras circulan miles de personas con sus vehículos, dejando su rastro, reponiendo provisiones e influyendo en el quehacer diario de las personas que viven en las zonas colindantes a esas carreteras. Con nuestros coches realizamos viajes por el asfalto, en busca de un objetivo: llegar a un sitio, disfrutar del viaje, visitar a alguien. Los cambios que ha sufrido el ordenamiento de la red de carreteras del estado en España en las últimas décadas han modificado nuestra forma de relacionarnos con el entorno colindante de las carreteras y, consecuentemente, con nuestro propio coche y nuestra forma de viajar.
Con la entrada de España en la Unión Europea llegaron fondos económicos destinados para el desarrollo. Comienza así un periodo de construcción de autopistas y autovías que pretendían modernizar el país. Y, en cierto modo, lo han hecho. Los camiones ya no circulan por las carreteras nacionales, a no ser que sea estrictamente necesario, y nuestras distancias entre ciudades y comunidades autónomas se han visto reducidas; tardamos menos tiempo en recorrer los espacios. Nuestros coches cortan el aire de las autopistas en un viaje directo, solitario y aséptico.
Es saludable que con el actual ordenamiento de movilidad –la primacía del coche, el camión o la furgoneta sobre otros medios de transporte– las vías de circulación sean lo más seguras y eficiente posible. Sin embargo, esta transformación hacia la eficiencia y la seguridad conlleva una serie de consecuencias que modifican las estructuras sociales y económicas que se desarrollaron en el espacio vinculado a la carretera nacional. Por tanto, desde Servicio Alemán queremos hacer un pequeño llamamiento a la nostalgia; a aquellos viajes que no estaban marcados por la velocidad, sino por el disfrute del movimiento, la pausa de un descanso o el descubrimiento de una casa de comidas.
Muchas veces surge la discusión entre aquella gente que prefiere viajar por carretera y aquella otra gente que prefiere viajar por autopista o autovía. Los últimos apelan por la velocidad, la eficiencia y la determinación del viaje. Los primeros apelan por el disfrute y el conocimiento del entorno. Ambas posturas son legítimas y comprensibles. De hecho, cada una de ellas responde a un objetivo y condiciones diferentes. Aquel que alquile un coche para desplazarse por trabajo preferirá la autopista, es decir, la eficiencia y la velocidad.
Pero, ¿y aquellas personas que alquilan un coche para viajar, para conocer un lugar? ¿Es la autopista o la autovía la mejor vía para ello? Si atendemos a las características propias de la autopista, podemos observar como estas están por definición desvinculadas del entorno. No es posible que las propiedades colindantes tengan un acceso directo a ellas. De hecho, deben estar separadas de forma física.
La carretera nacional, sin embargo, cruza poblaciones, ciudades, puentes por encima de ríos, en fin, la carretera nacional cruza el entramado geosocial de un país. Cuando uno viaja en coche por una carretera nacional, puede descubrir los gestos de los vecinos de un lugar, puede descubrir la orografía de una zona y vislumbrar el reflejo de los ríos, el olor de la ganadería y los sonidos de las estaciones del año.
Por eso, cuando nos encontramos en Servicio Alemán con una pareja o una familia que viene a alquilar un coche, nos preocupamos por sus intereses, por saber si alquilan ese coche para conocer el entorno de Ourense. Y, de esta forma, procuramos recomendarles esas carreteras, nacionales, secundarias, quizás alguna perdida por las que descubrir las formas de vida de nuestra región. Carreteras por las que poder degustar nuestra gastronomía, nuestro paisaje, nuestros lugares de esparcimiento.
El tren y el bus debido a la altura en la que están dispuestos los asientos respecto del suelo permiten una visión levemente elevada. Las autopistas viven en esa leve elevación también, pero coartada por las protecciones laterales. El coche, sin embargo, invita a una mirada pegada a la tierra, al asfalto, una visión de ser humano a ser humano. Por eso, las carreteras nacionales son una forma de viajar con nuestro coche, ligados al vivir diario de la gente y su sociedad.